Redes sociales: ¿conectan o aíslan a la sociedad mexicana?
En los últimos años, la omnipresencia de las plataformas digitales ha transformado la manera en que los mexicanos se comunican, informan y participan en la vida pública. Sin embargo, este entorno también plantea retos en torno a la salud mental, la información y la cohesión social. Según datos de México, el 89 % de los usuarios de internet accede a redes sociales y el 96 % lo hace mediante un teléfono inteligente. Esto indica que estas herramientas se han vuelto parte integral de la rutina cotidiana. Por un lado, las redes pueden potenciar la participación ciudadana. Un reportaje reciente señala que “las redes sociales, nuevo entorno para el activismo social”, facilitan que las personas se organicen, compartan sus experiencias y generen movilizaciones más allá de los medios tradicionales. En este sentido, resultan un espacio de expresión y construcción colectiva que antes estaba más limitado. No obstante, los efectos negativos también están presentes y son cada vez más relevantes. Un estudio de las universidades españolas Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y Universidad del País Vasco (UPV) detectó que al menos el 16 % de los adolescentes de entre 11 y 17 años presentan un uso problemático de redes sociales, lo que afecta sus relaciones personales y su bienestar. En México, se señala que el uso continuado sin supervisión puede implicar problemas como adicción digital, distracción constante o vulnerabilidad frente al acoso en línea. Otro desafío radica en la naturaleza de estas plataformas: según académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las redes sociales “no son neutrales”, sino plataformas de empresas cuyo modelo de negocio se basa en la explotación de datos personales. Esta característica incide sobre cómo se informa la población, qué contenidos se promueven y cuáles se dejan al margen. La desinformación es, efectivamente, un riesgo latente: aunque la inmediatez del medio permite una cobertura veloz, no siempre garantiza que los usuarios comprendan el contexto o distingan fuentes verificadas. En un entorno donde las cámaras de eco y los algoritmos favorecen la polarización, la comunidad civil y académica instan a adoptar una cultura digital más crítica y responsable. En términos de implicaciones sociales más amplias, estas transformaciones influyen en la construcción de identidad, las relaciones familiares y comunitarias, así como en la esfera pública. El reto consiste en equilibrar los beneficios —conectividad, visibilidad, participación— con la protección frente a los efectos adversos —aislamiento, dependencia, vulnerabilidad. Conclusión: Las redes sociales han pasado de ser un añadido de la comunicación a convertirse en un eje estructural de la vida social en México. Su potencial para conectar personas y posibilitar nuevas formas de ciudadanía es innegable, pero también lo es la exigencia de un uso informado, crítico y saludable. Para que estas plataformas contribuyan al bienestar colectivo, se requiere tanto educación digital como regulaciones que protejan derechos, además de un compromiso social más amplio que supervise sus efectos.
11/14/20251 min leer
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