Guion autoritario de Noboa estará en el Oscar 2025
Por María Luiza Muniz* A pesar de los cambios en el escenario regional y global, Ecuador sigue como un punto aún más estratégico en la producción y comercialización de las drogas, cuya geopolítica es el fondo de pantalla para la historia de las fragmentaciones de miles de familias latinoamericanas que, ubicadas en territorios urbanos empobrecidos y olvidados por el poder público, insisten en reclamar visibilidad, como si estuvieran sumando sus voces a la consigna: Aún estamos aquí. El actual presidente ecuatoriano Daniel Noboa intenta su reelección tras imponer un guion represivo bastante conocido en Latinoamérica: estado de excepción, militarización y desapariciones forzadas. Con eso, su primer año de gobierno se acerca a la historia de la aclamada película brasileña Aún Estoy Aquí, candidata a 3 premios del Oscar 2025, con un retrato angustiante del impacto de las desapariciones forzadas en el cotidiano de muchas familias latinoamericanas, en el pasado y en el presente. Un guion latinoamericano La historia real de la brasileña Eunice Paiva ha sido indicada a tres premios del Oscar 2025, incluyendo mejor película. Su vida estuvo marcada, en los años 70, por la desaparición del padre de sus cinco hijos, el exdiputado brasileño Rubens Paiva; secuestrado, torturado y muerto por agentes del Estado durante la dictadura brasileña, que duró más de dos décadas (1964-1985). Con una narrativa lenta y llena de vacíos, Aún estoy aquí no comparte las frecuentes explosiones de las películas de Hollywood. Y esto es parte de su mérito, generándonos un incómodo angustiante frente a la pantalla grande, mientras sumergimos en el cotidiano de familias víctimas de desapariciones forzadas, quienes además se enfrentan a la inacción de la Justicia, lenta y llena de vacíos. Esta es una realidad que resurge de las cenizas latentes del pasado autoritario latinoamericano, con nuevas características y bajo un nuevo escenario político, marcando particularmente el gobierno de Daniel Noboa con el aumento de ejecuciones extrajudiciales, como sugieren los indicios en el caso de los cuatro niños afrodescendientes de Guayaquil. Katty Bustos Caicedo es la madre de dos de los niños que conmocionaron el país tras su desaparición forzada y brutal asesinato. En que pese las significativas diferencias entre las historias de Eunice y Katty, el guion del autoritarismo en un contexto de militarización produce invariablemente un resultado: vulneraciones sistemáticas a los derechos humanos. El Cóndor y el blanco rojo A diferencia de Katty, Eunice ha sido una mujer blanca, de clase media, que vivía con su familia una vida confortable en una linda casa frente a una playa, en la hermosa ciudad de Río de Janeiro. Sin embargo, los privilegios de clase y “raza” no fueron un escudo eficiente contra el autoritarismo y la represión del régimen dictatorial, en un contexto de militarización latinoamericana, que sería potencializado entre los años 70 y 80, con la Operación Cóndor. Esta ha sido una cooperación multinacional y transfronteriza anti “terrorismo y subversión”, en las palabras de la Agencia Central de Inteligencia Norte-americana (CIA), entre el servicio de inteligencia de los Estados Unidos y los gobiernos de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil. El posterior ingreso de Perú y Ecuador a la Operación Cóndor queda registrado en un documento secreto de la CIA, con fecha del 22 de agosto de 1978. Este mismo documento muestra que la cooperación entre los respectivos servicios de seguridad e inteligencia de los países miembros del Cóndor ya existía desde hacía algún tiempo, “quizás desde febrero de 1974” (Comisión Nacional de la Verdad, 2014). Los fénix de Noboa y las cenizas autoritarias Más de 50 años nos separan del inicio de aquellas cooperaciones transnacionales en medio de la Guerra Fría, con un blanco ideológicamente definido e identificado con todo que estuviera mínimamente relacionado al rojo de las banderas comunistas. En la actualidad del Ecuador, el perfilamiento racial es una realidad reforzada por las más recientes ejecuciones extrajudiciales, donde el blanco prioritario del combate al narcotráfico son aquellas personas con determinadas características físicas, notablemente las del pueblo afrodescendiente. Muchos de sus representantes dudarían en afirmar que Ecuador ha sido una “isla de paz”, como solía ser identificado en análisis comparativos sobre los años de la Operación Cóndor. Frente a las cifras del terrorismo de Estado, numéricamente más expresivas en países vecinos, el autoritarismo ecuatoriano estuvo apodado como una dictablanda. Sin embargo, el concepto blando podría ser una ofensa si consideramos los datos presentados por la Comisión de la Verdad de 2010 sobre diversas violaciones a los Derechos Humanos durante el gobierno del expresidente León Febres Cordero (1984-1988), particularmente las 17 desapariciones forzadas, entre las cuales está el emblemático caso de los Hermanos Restrepo. Según el Comité Permanente de los Derechos Humanos, este número ha sido ultrapasado durante la corta administración de Noboa (2024). Ya son 27 desapariciones, en las cuales las Fuerzas Armadas tienen grado de responsabilidad por su acción en el ámbito del estado de excepción y del declarado “conflicto armado interno”. El 29 de diciembre de 2024, Noboa publicó un video en sus redes sociales, donde aparece haciéndose un tatuaje: un ave fénix adulto y otros tres pequeños. Esta sería una doble referencia a sus hijos y al Plan Fénix, anunciado a fines de 2023 como parte de una “cooperación internacional”, que contaría inicialmente con US$200 millones de dólares de los Estados Unidos, y el apoyo de otros países. La simbología del pájaro presente en diversas mitologías, y que resurge de las propias cenizas, se ha combinado desastrosamente, por descuido u oportunismo mediático, con la noticia del laudo forense que relevó, dos días después, el destino de los cuatro niños de Guayaquil, entre 11 y 15 años de edad, quienes fueron encontrados carbonizados después de su aprehensión extrajudicial por agentes militares. Aún estamos aquí Con la dolarización de la economía en el año 2000, Ecuador se ha convertido, en las palabras de James Bargent (Insight Crime), en el sueño de cualquier blanqueador de dinero: “un país en la frontera con el mayor productor de cocaína del mundo y que utiliza la moneda del mayor mercado de cocaína del mundo” – los EE. UU., a pesar de la reducción de su consumo en las últimas décadas, algo que se contrapone a la tendencia global. A pesar de los cambios en el escenario regional y global, Ecuador sigue como un punto aún más estratégico en la producción y comercialización de las drogas, cuya geopolítica es el fondo de pantalla para la historia de las fragmentaciones de miles de familias latinoamericanas que, ubicadas en territorios urbanos empobrecidos y olvidados por el poder público, insisten en reclamar visibilidad, como si estuvieran sumando sus voces a la consigna: Aún estamos aquí. * María Luiza Muniz es socióloga brasileña (PhD), Máster en Ciencia Política, Historiadora y Comunicadora Social. Ha colaborado como docente en algunas de las principales universidades del Ecuador. Durante los últimos 10 años, ha acompañado el desarrollo de proyectos extractivos y las estrategias de resistencia de los pueblos y nacionalidades ecuatorianos, atenta al impacto geopolítico de estas actividades. E-mail: muniz.malu@gmail.com. Más información: https://independent.academia.edu/MalluMuniz.
2/12/20251 min leer


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